El presente artículo pretende analizar los 3:14 minutos de cadena nacional que el Presidente de Ecuador, Lenín…

Por: Felipe Ochoa Mogrovejo

Felipe Ochoa Mogrovejo es ecuatoriano, Máster en Relaciones Internacionales por el Institut Barcelona d’Estudis Internacionals. Ha trabajado a nivel seccional y nacional en cargos de análisis y asesoría. Sus campos de estudios vinculan los temas de relaciones internacionales, ciencia política y educación superior en América Latina y el Caribe mayoritariamente.

El presente artículo pretende analizar los 3:14 minutos de cadena nacional que el Presidente de Ecuador, Lenín Moreno, extendió sobre la decisión de revocar el asilo al conocido periodista y fundador de Wikilieaks, Julian Assange, que se encontraba en la Embajada de Ecuador en Londres desde el 19 de junio de 2012. Por la extensión y el espíritu de este trabajo, se abordará en la generalidad algunas fuentes teóricas de cómo el discurso justifica y construye identidad, y dividirá en tres partes la intervención del Presidente ecuatoriano tras su decisión de finalizar la condición de asilado al señor Assange.

 

Sin intentar entrar en un debate teórico, en las relaciones internacionales y los análisis de política exterior, la teoría del discurso se vuelve esencial y ha retomado importancia en las últimas décadas. En este sentido, aunque el artículo no pretenda realizar una discusión académica, sí que es necesario incluir ciertas nociones que permitirán al lector ubicar desde qué punto de vista se ha realizado este corto ensayo. Por lo tanto, el lenguaje y los discursos son herramientas que han sido medulares en la construcción de sociedades y a su vez constituyen “creencias políticas, acciones y prácticas” que moldean identidades y justifican decisiones (Farr 1989, 3). Partiendo de la idea de Bourdieu y sus acuerdos sobre el lenguaje, el conocimiento y el poder, es necesario comprender que, desde un punto de vista postestructural, el discurso crea identidades y, específicamente, en política exterior, es la herramienta clave para la justificación de los tomadores de decisión y su consecuente y necesaria legitimación interna y externa (Nabers 2015, 131).

 

La justificación

En los primeros 45 segundos de discurso, el Presidente Moreno abre su presentación con las ventajas del Ecuador y su gobierno, el respeto a la norma internacional y su reconocimiento a la figura del asilo. Toma de base a la soberanía y arremete contra la conducta de Assange, su vínculo con Wikileaks y lo insostenible de su situación. Finalmente, explota la decisión entrelazándola con todas las facilidades y beneficios que se concedieron al asilado. Al ser el lenguaje un medio y un fin, dependiendo el enfoque, la estructura de esta primera intervención refleja engrosar la decisión a través de múltiples encuentros discursivos. Por una parte, la reinvindicación gubernamental y la soberanía que pareciera ser un concepto (in)debatible y, por otra, el adelanto que esta cuestión supone ser un tema de comportamiento insostenible. Aquel asilado ha molestado notoriamente al gobierno de turno en los últimos años, más ahora como veremos adelante, que en la mayoría de tiempo de su hospedaje en la Embajada.

 

La diferencia

La segunda parte es un tema de diferenciación. La situación heredada, el protocolo de convivencia y su irrestricto respeto al principio de no-intervención, en mi opinión, son una forma de separarse, una vez más, del gobierno de su predecesor. Ahora, su acusación de la conducta de Assange cae sobre las convenciones de la Habana y Caracas sobre asilo diplomático (sin especificar). Por último, un evento que se asume detonante –o al menos importante- es la filtración en enero de 2019 de documentos que involucran a la Santa Sede. A la fecha, el autor de este artículo no encuentra como las ‘estrechas’ relaciones entre Quito y el Vaticano se vean seriamente afectadas por dicha filtración. Asumimos que para el Gobierno del Ecuador fue un detonante lo suficientemente relevante para mencionarlo en el discurso y añadir una justificación adicional para la revocatoria del asilo. Finalmente, la vinculación del periodista con WikiLeaks nunca ha sido un secreto, que la operaba desde un cuarto en la Embajada de Londres sin comunicarse con el exterior por aproximadamente siete años creo que demuestra más una falta de control diplomático que una teoría conspiradora.

 

La paciencia del Ecuador llegó a su límite

Con la frase que tiene este subtítulo, Lenín Moreno mencionó alguna de las faltas de Assange al protocolo de convivencia y demás normativa internacional (sin citar). Seguidamente, como es usual en los análisis del discurso, el uso de los binarios opuestos traslada al Ecuador a una especie de héroe y al asilado en un símil de villano. El Primer Mandatario menciona todos los servicios brindados al periodista y, en la manera como construyó el lenguaje, indica todas las fallas cometidas por este último (instalación de equipos, filtración de información, agresión a guardias, etc.). Estas frases se indican a razón de “¿y cómo nos pagó?”: víctimas y victimarios, servidor y malagradecido. Enseguida, el Presidente recapitula sobre el respeto y alineación que tiene el Estado ecuatoriano con los derechos humanos puesto que manifiesta que Gran Bretaña ha entregado por escrito una promesa de garantía en la que Assange no será extraditado a un tercer país en el que pueda sufrir tortura o pena de muerte. Finalmente el cierre es común para quienes se sienten amenazados, Moreno concluye que el Ecuador no teme y que ha cumplido con su deber.

 

Como se puede observar y siguiendo algunas dinámicas teóricas (no profundas por la extensión de este artículo), los discursos y el uso del lenguaje en el caso en concreto extrapolan, justifican y posicionan la decisión del Gobierno de Ecuador de quitar la protección de asilo al ciudadano Julian Assange. En tal medida, engrandece la figura del Estado ecuatoriano como salvador y apunta al asilado como instigador e infractor de normas. Es así que, el Presidente autocalifica al Ecuador de héroe y a su vez víctima de los agravios de Assange. Sin embargo, en el trasfondo, la decisión de finalización del asilo es una acción más para diferenciar y distanciar al Gobierno de Lenín Moreno de su predecesor; tal y como ya lo haría Rafael Correa en su momento con la decisión de otorgar el mencionado asilo hace aproximadamente siete años. Entre las consecuencias (in)esperadas, nos deja en evidencia que poseemos una nula o muy débil política exterior que no planifica y que vive de la improvisación dependiendo de los escenarios álgidos, las presiones del poder –doméstico y global– y las cortinas de humo para desviar la atención de los graves problemas nacionales.

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