Si hay algo que hemos aprendido este año, es que nunca hay que decir “nunca”…

Si hay algo que hemos aprendido este año, es que nunca hay que decir “nunca”. Y es que, en cuanto a la política mundial, se pudo apreciar un desfile de giros inesperados, así como eventos sin precedentes que han dado muchas razones para cambiar los cálculos tradicionales o, a lo mejor, tirar ya la “calculadora” por la ventana.

Hablando de América Latina, este año demostró claramente que la región es, a día de hoy, el laboratorio mundial de democracia por excelencia, una plataforma para el experimento donde caben la llegada al poder de visiones tan diversas como la de Bolsonaro en Brasil, o la de AMLO en México. Tendrán sus detractores, pero lo que es indudable, es que ambos se han instalado en la cima política en sus países y con un fuerte apoyo popular, una expectativa de sus pueblos para el cambio, que demandaban una hoja de ruta diferente a la anterior. Eso significa que la región está en un proceso de competencia de ideas, de busca de un modelo optimo político-económico apoyado por un proceso electoral que permite cambiar las elites en el poder sin grandes conmociones como algo natural u cíclico.

Si uno fuera a dar pronósticos, se podría decir que al final, las agendas radicales inevitablemente darán paso a una nueva forma de centrismo y, más aun, considerando que los grandes “proyectos” – el “neoliberal” y el “bolivariano” – no pasan por su mejor momento, ambos estancados y en un círculo vicioso ideológico.

Lo más interesante es que, por lo visto, el gigante del norte, la gran “referencia democrática”, los EEUU, están empezando a pasar por un proceso similar.

Después de muchos años de convergencia política casi total de los republicanos y demócratas, se puede apreciar que, los “flacos” de los mismos representando conceptos más radicales, son los que reclaman el protagonismo. En este sentido, Trump asume ser una cara de la moneda, con un concepto nacionalista y anti globalista, mientras que los progresistas se adueñan paso a paso del partido Demócrata para empujar cambios valientes y orientados hacia un futuro común de las naciones.

En este sentido, hay que resaltar que ambas visiones tienen su apoyo, no solo en la población, sino también, en los sectores económicos que buscan un beneficio propio financiando a un lado o al otro.

Una de las cosas más notables es que, con la radicalización de las políticas de Washington, se empieza a ver todas las marcas de la misma – escándalos de corrupción, uso de la justicia para atacar a los oponentes, protestas radicales, incapacidad de encontrar acuerdos, etc. Una de las consecuencias de eso – una política exterior brusca, más incoherente, que resulta confusa tanto para oponentes como aliados, así como vimos en el caso del anuncio de fin de año, la retirada de tropas de Siria, que terminó en la renuncia del jefe del Pentágono Mattis.

Es por eso que tantas noticias en 2018 estaban ligadas al Oriente Medio, donde parece que la redistribución de influencias está en auge – los grandes actores mundiales y regionales se están repartiendo lo que los EEUU ha dejado con su nueva política de “América Primero”. Se están formando nuevas alianzas en las que vemos como el mundo árabe se está acercando a Israel, los países de la OPEC encuentran la posibilidad de poner juntos, control al precio del petróleo; y Rusia está volviendo, pero con una nueva política regional pragmática que permite no hacerse enemigo de nadie.

También Europa, a finales del año, demostró claramente que en 2019 va a dar mucho de que hablar. Las protestas en Francia, los problemas en T.May con el Brexit, las tensiones entre Rusia y Ukrania – todo eso y mucho más, indica que estamos entrando en un periodo de turbulencia fuerte para la región, con el proyecto de la UE más indefinido que nunca y con una generación de lideres que no tiene ideas claras, o a lo mejor ni siquiera capacidad de proponer una visión fuerte para Europa, capaz de contrarrestar tendencias nacionalistas fuertes, que se puedan expandir a más y más países.

En Asia, será interesante ver si el proceso de paz iniciado este año entre las dos Coreas, puede progresar o fue uno de esos espejismos de la época Trump, cuando la virilidad de Twitter precede el proceso substantivo. Con toda seguridad en China veremos una continuación de una línea de consolidación de poder de Xi Jinping con la ambición de dar el último paso al liderazgo mundial por vía de proyectos infraestructurales a escala trasnacional y una corrección del sistema financiero internacional para reflejar el nuevo estatus de Beijin.

En resumen, este año parece un prolegómeno a lo que se avecina – una tormenta de cambios cruciales en el orden internacional. Así que, queridos amigos, ¡abróchense los cinturones!

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