No será de sorprendernos si en los próximos días vuelven los ceniceros y con ello las caras sangrantes después de la bronca.

Por: Diego Vintimilla

Existe el viejo refrán: aquel no da puntada sin hilo, que refiere a esas personas utilitaristas en extremo –carentes de escrúpulos también podrían llamarse- que cada acción que realizan la hacen pensando en las siguientes y en los beneficios particulares que le supondrían.

Así, la Asamblea Nacional del Ecuador se ha convertido en una institución que no da puntada sin hilo, y somos testigos de cómo operan, pactos, acuerdos, alianzas, hasta hace poco inverosímiles, entre los diferentes bloques políticos que, en teoría, representan a la sociedad ecuatoriana.

No se pretende negar la necesidad, e incluso legitimidad, que puede tener el ejercicio de la construcción plural de agendas políticas en momentos en los que no existe un bloque único mayoritario.  Más lo que acontece en el parlamento ecuatoriano es la anulación de la política como ejercicio democrático y en su lugar prima la negociación de los intereses corporativos oligárquicos de los grupos de poder.

Con el estilo de viaje usanza del Congreso, la Asamblea Nacional ha dejado de ser el ágora de la deliberación política y tal como en un palenque se apuesta y tranza sin ningún pudor.  La elección del Presidente actual, un tal sr. Litardo, evidenció la configuración de pactos de poder carentes de cualquier horizonte programático, entendiendo este como las posiciones que defienden cada uno de los sectores, pero con claras intenciones de mantener la administración de la legislatura al servicio de las élites. Cosa similar sucede con la elección de comisiones especializadas, donde se distribuyeron con dos criterios: aislar al correismo y garantizar total control político de las mismas.

Algo que si resulta novedoso de esta Asamblea es la actuación abyecta del bloque “morenista” que, renunciando hasta a la propia dignidad de sus integrantes, han cedido todo el poder real de la Asamblea a la derecha del PSC y luego de CREO.  De la agenda legislativa con la que las y los Asambleístas de AP llegaron a sus curules, no se ha cumplido o tramitado ni el 10%.

Hoy la mayoría parlamentaria denominada coalición legislativa (morenistas-CREO) opera en complicidad del oligopolio corporativo mediático para construir cortinas de humo para la opinión pública.  Mientras el Ecuador vive un acelerado proceso de contrarreforma neoliberal, la Asamblea es el Circo Máximo que debate sobre las múltiples posibilidades de burlar la voluntad popular expresada en las urnas y utiliza el proceso de enjuiciamiento político como instrumento de amedrentamiento a las y los miembros del Consejo de Participación Ciudadana que pretendan “irse en contra de la reinstitucionalización que vivió el país”.

Tal como sucedía con el Congreso Nacional y como se observó con los asambleístas de la derecha durante la administración de Correa, hoy hay los famosos asambleístas denunciólogos, los mimados de la prensa, que pasan recogiendo firmas para los juicios políticos y para buscar cualquier cosa que haya acontecido en el gobierno o legislatura anteriores para empinar sus carreras políticas.

Debo admitir que esta opinión tiene una fuerte carga de subjetividad en tanto que quien lo escribe integró la legislatura pasada; pero cualquier persona que conozca el funcionamiento de la Asamblea Nacional podrá encontrar abismales diferencias entre este y los anteriores periodos.  Es categórica la distancia intelectual de legisladores, por nombrar algunos, como Luis Fernando Torres, Ramiro Aguilar, Virgilio Hernández, María Augusta Calle, Fernando Bustamante y quienes hoy son las caras visibles de la “coalición legislativa” de parlamento ecuatoriano.

Lejos de que pueda parecer una crítica de los procedimientos y las formas, la actuación del parlamento es sumamente peligrosa ya que se ha convertido en una caja de resonancia de propuestas lesivas a los derechos de diversos grupos sociales que exacerban discursos de odio, racismo, xenofobia, criminalización de la pobreza, fundamentalismo religioso el populismo penal, ambiental y social y que configuran una opinión pública desde la venganza, la revancha, que no son más que el canal desde el que se justifican las medidas antipopulares.

Por su parte, sorprende observar que detrás de todo el escándalo y la parafernalia con la que se anuncian juicios y fiscalizaciones, al final del día no sucede nada, temas como la actuación politizada de la Contraloría o la Fiscalía no son preocupación en la Asamblea, decisiones del ejecutivo como le Acuerdo de reducción de la presencia territorial que afectarán a más de 150.000 funcionarios públicos no parecen interesar a los parlamentarios.

Para suerte de Nebot, Lasso, y el combo oligárquico y sus micrófonos en esta Asamblea ya no hay alza manos, ya no existen interferencias entre las funciones, aunque María Paula Romo haga despacho en la Asamblea; ahora si se fiscaliza y el parlamento hace respetar la ley; para suerte de ellos hoy el Congreso regresó.  No será de sorprendernos si en los próximos días vuelven los ceniceros y con ello las caras sangrantes después de la bronca.

Comentarios