
Pompeo, contrariado en su última gira contra Venezuela
- 18/04/2019
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El gobierno de Estados Unidos está molesto y un grupo de gobiernos sudamericanos está muy preocupado. Ya pasaron…

Por Ignacio Díaz
El gobierno de Estados Unidos está molesto y un grupo de gobiernos sudamericanos está muy preocupado. Ya pasaron más de tres meses de la autoproclamación de Juan Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela y no hay señales de que la relación de fuerzas internas en ese país haya cambiado. Nicolás Maduro sigue en el poder y no se ve que haya un debilitamiento.
Ante la continuidad de esta situación, Washington aprieta con fuerza el torniquete sobre la golpeada economía venezolana, profundizando su impacto social. La mayoría de los gobiernos de Sudamérica apoya la presión contra Venezuela y sostiene el apoyo público a Guaidó, pero reafirma la postura de la “solución pacífica” ante cada amenaza militar estadounidense.
Esa situación no es para nada novedosa, pero un segundo problema empieza a surgir para los gobiernos socios de Estados Unidos en el llamado Grupo de Lima. De una postura pública a favor de la recepción de migrantes venezolanos, los recientes aliados de Trump empiezan a preocuparse cada vez más por esa inmigración y las señales de xenofobia han crecido notablemente en funcionarios públicos y medios de comunicación nacionales.
Además, la “ayuda financiera” de Estados Unidos para países que reciben a emigrados venezolanos es muy escasa y las cuentas no cierran. La contradicción entre un discurso público de “ayuda humanitaria” a Venezuela y las feroces sanciones económicas aplicadas desde Washington se ha tornado cada vez más difícil de eludir para el gobierno estadounidense y sus aliados en la región.
Lo percibió este fin de semana un periodista de The Washington Post que estuvo en la conferencia conjunta en Lima del secretario de Estado Mike Pompeo y el canciller ainfitrión, Néstor Popolizio, en el marco de la gira que el funcionario estadounidense hizo por Chile, Paraguay, Perú y Colombia.
El periodista preguntó a Popolizio si las sanciones estadounidenses no estaban
aumentando la cantidad de refugiados venezolanos en Perú y el Canciller respondió que todas las medidas son “para aislar al régimen ilegítimo de Maduro”. De inmediato interrumpió Pompeo para “respaldar lo que acaba de decir el canciller (peruano)”, y le dijo al periodista que “no puede hacer ese tipo de preguntas”, que no entendía “qué es lo que está pasando” y que “la responsabilidad de estos refugiados es de Nicolás Maduro”, y también de Cuba y Rusia por apoyarlo.
El mismo periodista preguntó también a Pompeo si no es una contradicción la postura de Trump contra los inmigrantes centroamericanos y mexicanos en la frontera sur del país, que incluye amenazas de cierre de frontera y la separación de padres e hijos, con el pedido de colaboración a los gobiernos de Perú y Colombia respecto de la migración venezolana. Fue, en realidad, una afirmación. Y Pompeo solo atinó a decir que “los peruanos, colombianos y Trump desean que los venezolanos vuelvan a su lugar de origen”.
El hecho fue apenas otro síntoma de un problema de fondo: el debilitamiento de la alianza de Estados Unidos y el Grupo de Lima contra Venezuela. El prometido “retorno a la democracia” no llega y en Washington no pueden ocultar el malestar, ese mismo que había expuesto Trump dos semanas atrás, cuando acusó a su “amigo” Iván Duque de “no hacer nada” para luchar contra el narcotráfico. “Ha crecido un 50% desde que (Duque) está ahí”. La diferencia es que no hubo ese día un periodista que le preguntara a Trump: “presidente, ¿cuál es entonces la ‘narcodictadura?’”.