Es común, en la actualidad, leer y escuchar sobre democracia; existen un sin …

Hugo Ramiro Ortiz Puebla

Licenciado en Ciencia Política y en Relaciones Internacionales por la Universidad Internacional, Ecuador. Actualmente, Maestrando en segundo año en la Universidad de Buenos Aires, Argentina.

Resumen:

El artículo en cuestión, analiza, desde una postura crítica, las diferencias entre democracia y representación. Las mismas que recorren una larga tradición de pensamiento político desde la época antigua hasta la modernidad.

 Descriptores:

Democracia; Representación; Aristocracia; Sorteo, Republicanismo.

Introducción

Es común, en la actualidad, leer y escuchar sobre democracia; existen un sin número de estudios al respecto, los cuales se pueden rastrear desde la época helénica, en las Ciudades-Estado griegas y en las ideas de Clístenes de Atenas, hasta textos más modernos, los cuales contemplan una idea de democracia basada en la representación: el clásico texto de Robert Dahl (1989), sobre La Poliarquía, y el texto de O´Donnell (1994; 1997; 2010), sobre la Democracia Delegativa, el texto de Cohen (1989) sobre Democracia Deliberativa, entre otros.

Sin embargo, ¿existe en verdad algún vínculo entre democracia y representación?, ¿la democracia tiene que ser necesariamente representativa? El artículo en cuestión, tiene como finalidad poner de manifiesto la línea divisoria entre la democracia y la representación, dos conceptos que se hallan estrechamente vinculados hoy en día.

Antagonismos: Entre la democracia y la representación política

A pesar de la estrecha vinculación de estos dos conceptos, lo cierto es que la representación política es reciente en comparación con la tradición democrática; esta última ha ido cambiando y sufriendo ciertas transformaciones en función de los procesos históricos en los que se ha visto desenvuelta, motivo por el cual, en la actualidad, no es extraño encontrar nociones como sufragio y representación emparentadas con lo democrático.

Sin embargo, si analizamos la democracia y la representación por separado, podremos verificar ciertas características que las distancian. En lo que se refiere a la democracia, sus orígenes se encuentran en las polis griegas, en donde los ciudadanos  participaban activamente en la vida política, por lo tanto: 1) existía un rol preponderante, a nivel institucional, de la asamblea, la misma que se encontraba conformada por el pueblo en general; 2) las funciones que no podían llevarse a cabo por los ciudadanos al interior de la asamblea, eran confiadas a individuos seleccionados mediante sorteo; 3) aquellos que eran sorteados para ejercer un cargo público, debían presentarse voluntariamente para esta tarea, teniendo en consideración que al finalizar su periodo serían parte de un juicio minucioso de las labores ejercidas; 4) la mayoría de cargos duraban alrededor de un año, y ningún ciudadano podía ser tomando en consideración más de una vez, sin antes rendir cuentas sobre su actuar político; 5) la elección (representación) existía solamente para cargos eminentes, tales como: oradores y generales  (Dahl, 1999; Manin, 2006).

Por otro lado, en lo que respecta a la representación política, es relativamente reciente en relación a la democracia, y surge como una forma de gobierno opuesta a esta última. Los orígenes de la representación pueden rastrearse desde Hobbes (2003) hasta Madison (2015) y Sieyès (2012) en adelante, su origen se sustenta, sobre todo, en argumentos que demuestran la dificultad de reunir a una gran porción de individuos, al interior de una asamblea nacional, en Estados cada vez más poblados (Manin, 2006).

En este sentido, la representación propone un modelo distinto al democrático; algunas de sus características del sistema representativo son: 1) que aquellos que gobiernan lo hacen por medio de elecciones; 2) los representantes son elegidos para gobernar por cierto intervalo de tiempo; 3) los gobernantes tienen la potestad de tomar decisiones independientemente de los deseos del electorado; 4) a pesar de que aquellos que son gobernados pueden expresar libremente sus opiniones, esto no implica sometimiento alguno (Manin, 2006).

Lo mencionado se contrasta, por ejemplo, con la oposición de los autores del Federalista (Hamilton, Madison , & Jay, 2015),  a la democracia como modelo de gobierno para Estados Unidos de Norteamérica. El argumento principal, fue la inoperancia de la democracia que, según los autores, se expresaba por: 1) La dificultad de reunir al pueblo para la toma de decisiones; 2) la ausencia de una sociedad capaz de sencillez en sus costumbres, y de desprecio por los lujos y; 3) la carencia de igualdad de condiciones y de fortunas.

Si bien es cierto, la representación, se encontró asociada, la mayoría de las ocasiones, con la herencia, fue hasta que se rechazaron las monarquías europeas, y con ellas todo tipo de gobierno hereditario, que se sustentaron mecanismos de elección popular, dejando de lado al sorteo democrático. Varios autores han señalado, entre ellos Rancière (2012), que la desaparición de la elección por azar se debió a la intención de favorecer a aquellos sin aptitudes para el gobierno.

Esta crítica no es del todo cierta, según Bernard Manin (2006), el sorteo es factible  en Estados demográficamente poblados, en los mismos que no resulta imposible extraer, un grupo pequeño de individuos para el gobierno. De igual manera, respecto a la crítica común sobre la promoción de los incompetentes al gobierno mediante el sorteo, el autor señalará que, también bajo el amparo de un gobierno representativo, se puede llegar al gobierno de los incompetentes.

Inclusive, en las Repúblicas, modelo ideado por Platón, como alternativo al democrático, y en las cuales prevalecía el dominio de la ley por sobre los hombres, excluyendo a la igualdad del ordenamiento social, también se adoptó el sorteo, de una manera limitada, como mecanismo de selección al interior de las asambleas. En 1797, cuando emerge el gobierno representativo, el sorteo es remplazado por la representación. Inclusive, por un corto periodo de tiempo, las Repúblicas mantuvieron tanto a la elección como el sorteo, variando o combinando su práctica en sus formas de gobierno (Platón, 2001).

Consecutivamente, surgieron varias críticas desde el republicanismo hacia la democracia, catalogándola como imperfecta, ya que la conformación del senado mediante sorteo, impedía la disposición de aristocracias naturales, lo que, a juicio de los republicanos, propició la caída de Atenas. Esta crítica a la democracia ateniense, se extendió hasta manifestar que el sorteo y la renovación constante de los gobernantes, propuesta democrática, impedía el perfeccionamiento de las funciones del Senado, puesto que debilitaba la construcción de una autoridad estable (Manin, 2006).

Es en base a estos argumentos que los gobiernos representativos empiezan a constituirse, excluyendo al sorteo e incluyendo a la elección como una de sus herramientas fundamentales para conferir legitimidad y poder a quien es elegido. Por cierto, esto también fundamenta el principio de distinción entre quien es elegido para gobernar (por lo general, individuos sobresalientes y talentosos de la sociedad) y quien es gobernado, configurando una sociedad alejada de la idea democrática de igualdad política (Manin, 2006).

En cuanto al tema de la elección, es importante mencionar que la configuración del electorado en los gobiernos representativos se va trasformando. En un inicio se constituyó como limitado, dado que la mayoría de individuos habilitados para sufragar provenían de estratos altos de la sociedad, restringiendo el derecho al voto a una gran porción de la población; posteriormente este limitante desaparecería, y sería posible el acoplamiento de sectores populares con la llegada de la sociedad de masas.

La diferencia entre democracia y representación va cobrando sentido, cuando se entiende que lo democrático representa una idea de igualdad de todos los individuos en el ejercicio del poder, en virtud de lo cual el sorteo se convierte en una herramienta fundamental. Mientras que, con el advenimiento de las Repúblicas, se posiciona el respeto irrestricto a la ley y las instituciones, a su vez, la idea del gobierno de todos, es desplazada paulatinamente hasta que, con la llegada del gobierno representativo, el sorteo y la igualdad es, finalmente, suplida por la elección, expresando así, una clara postura aristocrática de gobierno.

Bibliografía:

Cohen, J. (1989). Deliberation and Democratic Legitimacy. Oxford: Oxford University Press.

Dahl, R. (1989). La Poliarquía . Madrid : Tecnos.

Hamilton, A., Madison , J., & Jay, J. (2015). El Federalista. Buenos Aires : Losada .

Hobbes, T. (2003). Leviatán. Buenos Aires : Losada.

Manin, B. (2006). Los principios del Gobierno representativo. Madrid: Alianza.

O’Donnell, G. (1994). Delegative Democracy. Journal of Democracy, Vol. 5, 55-69.

O’Donnell, G. (2010). REVISANDO LA DEMOCRACIA DELEGATIVA. Obtenido de http://www.difusioncultural.uam.mx/casadeltiempo/31_iv_may_2010/casa_del_tiempo_eIV_num31_02_08.pdf

O’Donnell, G. (1997). ¿Democracia delegativa? Buenos Aires : Paidós.

Platón. (2001). La República. Buenos Aires: El Trébol.

Rancière, J. (2012). El Odio a la Democracia . Buenos Aires: Amorrortu.

Sieyes, E. (2012). ¿Qué es el Tercer Estado? Ensayo sobre los privilegios . Madrid : Alianza Editorial .

Considerado como el precursor de la idea democrática en Atenas.

La participación de los ciudadanos en la política se debía, según Robert Dahl, a la situación económica y comercial, la que permitía que los ciudadanos contaran con suficiente tiempo para dedicarse a la política (Dahl, 1999).

En el caso de las magistraturas, de 700 magistrados, 600 eran elegidos por sorteo (Manin, 2006).

Aquellos elegidos por sorteo eran sometidos a una investigación antes de ejercer el cargo público, además debían contar con más de 30 años y no encontrarse privados de sus derechos civiles (Manin, 2006).

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