Carolina Andrade Quevedo

@CaroAndradeQ

 

El mundo vive una situación inédita en el último siglo. La pandemia del COVID19 colocó en pausa al planeta entero. Hasta el momento ha provocado la muerte de cerca de 800 mil personas a nivel mundial, principalmente en Estados Unidos y Brasil. Las medidas implementadas para contener la propagación de la pandemia están provocando graves consecuencias en las actividades económicas y productivas mundiales con repercusiones sociales y políticas aún inciertas pero que comienzan a afectar a la población mundial, principalmente a los sectores más vulnerables.

 

La ansiedad, el miedo y la incertidumbre han invadido a la población. Siete de cada diez personas sienten preocupación de no poder cubrir necesidades alimentarias básicas y perder sus ingresos. Un estado de ánimo que, de no contar con quien brinde más certezas y respuestas, corre el riesgo de ser canalizado hacia posiciones ultranacionalistas, discriminatorias, xenófobas y violentas, del “sálvese quien pueda”. Todo esto en medio de un posible escenario de aumento de tensiones y conflictos a nivel mundial.

 

Se observa un aumento agresivo de las desigualdades estructurales en razón de la precarización de las condiciones de vida. Para este segundo semestre de 2020, se espera un decrecimiento mundial del -4.9%. La Unión Europea será la región más afectada con -10.2%, seguido por América Latina y el Caribe con -9.4% y Estados Unidos con -8%, de acuerdo a últimas proyecciones del propio FMI.

 

A este panorama complejo se suma la pérdida a nivel mundial de más de 400 millones de empleos -principalmente el empleo joven- a tiempo completo. Latinoamérica y el Caribe será la región más afectada con un récord histórico de 41 millones de desempleados, según la OIT, y más de 13.7 millones de personas en situación de inseguridad alimentaria, según la FAO.

 

Se vive una reconfiguración de poderes a nivel mundial, en un escenario post-COVID19. Las últimas semanas se ha hecho evidente un aumento de tensiones diplomáticas entre Estados Unidos y China. Por un lado, EE.UU ordenó el cierre del primer consulado que abrió Pekín en ese país tras el inicio de sus relaciones diplomáticas en 1979 y, como respuesta, China ordenó el cierre del consulado estadounidense en la ciudad de Chedung. A esta situación se suman especulaciones -sin evidencias científicas- sobre el origen de la pandemia y denuncias de EE.UU de “espionaje”, “operaciones de influencia[1]” y “prácticas comerciales desleales”, entre otras. Esto, entorno al desarrollo tecnológico de la red 5G y el desarrollo científico de la vacuna contra el COVID19.

 

A partir de este breve contexto, se requiere analizar el trasfondo de la reciente campaña “#SOSGALÁPAGOS”. Si bien se trata de un tema de alta importancia estratégica para la conservación y cuidado del patrimonio natural de los países del litoral Pacífico en las Américas, esta campaña ha revelado al menos dos cosas: Por un lado, se presenta esta situación ante la opinión pública desde una perspectiva sensacionalista con intereses geopolíticos en confrontación y, por otro, que América Latina y el Caribe continúa siendo una región en disputa, tanto para los intereses de China como de Estados Unidos.

 

Descifrando la operación “SOSGALÁPAGOS”

 

Hace unos días redacté un tweet en español que intentaba sintetizar varios elementos para contextualizar las acusaciones contra la presencia de embarcaciones pesqueras extranjeras en las Islas Galápagos. Esto con el objetivo de brindar opciones alternativas a la opinión pública sobre cómo aproximarse al análisis o comprensión de una realidad ambiental que persiste en el tiempo pero que obtiene un tratamiento mediático y político especial en ciertas coyunturas.

 

Bastó con subir el tweet y jugar con los hashtags más mencionados para obtener indicios para responder algunas hipótesis. Las reacciones de perfiles falsos de Twitter que promueven principalmente mensajes tóxicos en inglés sobre China se activaron inmediatamente. Estos comentarios en inglés a un tweet en español no correspondían en nada al análisis que se presentaba y, al contrario, con su comportamiento de “robots” develaron el interés político en alimentar una “corriente fría” de información que influyera en la opinión pública.

 

De acuerdo a la doctrina conjunta de la OTAN, una operación de información consiste en “[…] crear efectos deseados en la voluntad, compresión y capacidades de adversarios actuales y potenciales decisores, grupos culturales y otros objetivos autorizados en apoyo a los objetivos de las misiones de la alianza […]”. Por otro lado, una operación de propaganda es definida como “[…] la comunicación de mensajes diseñados de manera deliberada para influir en las opiniones, emociones, actitudes o comportamientos de grupos objetivo con el propósito de beneficiar los intereses de política exterior del promotor de las mismas […]” (Diccionario LID. Inteligencia y Seguridad).

 

Durante los últimos días el trasfondo geopolítico del tema #SOSGALÁPAGOS se ha materializado al más alto nivel. A partir de pronunciamientos militares y políticos tanto de Estados Unidos como de China.

 

El primer pronunciamiento se produjo el 28 de julio de 2020 por parte del Comando Sur de los Estados Unidos. Aquí se refirieron a lo sucedido como “una amenaza para el equilibrio de las especies en Galápagos”. Se debe recordar que, el comando militar estadounidense tiene la misión de “[…] disuadir la agresión, derrotar las amenazas, responder a las crisis y desarrollar capacidades regionales con países aliados para mejorar la seguridad y defender los intereses de Estados Unidos […]”[2]. Esta mención oficial comenzó a develar, en parte, el trasfondo geopolítico del enfoque sensacionalista que obtuvo la noticia de pesca  en aguas internacionales, al comenzar a calificarlo como “una amenaza”.

 

Al día siguiente, el Consejo de Seguridad Nacional, foro político para la toma de decisiones en temas de Política Exterior y Seguridad Nacional del Presidente Donald Trump, se hacía eco de esta narrativa al indicar que “EE.UU respalda al Presidente @Lenin y nuestros amigos y socios en #Ecuador contra cualquier agresión dirigida hacia su soberanía económica y ambiental”. De acuerdo a esto, uno de los máximos organismos de seguridad nacional de EE.UU estaría atribuyéndose la legitimidad de calificar como “un amenaza a la soberanía económica y ambiental del Ecuador” a la presencia de embarcaciones chinas en aguas internacionales cercanas al territorio ecuatoriano.

 

Días después, el 2 de agosto, el Secretario de Estado de EE.UU, Mike Pompeo, se pronunció más cautelosamente desde su cuenta de Twitter. No calificó a lo sucedido como “una amenaza a la soberanía del Ecuador” pero sí mencionó “[…] incumplimiento de las normas y la degradación ambiental intencional de los océanos [por parte de China]”. No obstante, el verdadero trasfondo geopolítico se observó en el Comunicado de Prensa del Departamento de Estado que el mismo día señaló, “La República Popular de China subsidia la flota pesquera comercial más grande del mundo, que viola rutinariamente los derechos soberanos y la jurisdicción de los Estados costeros, pesca sin permiso y sobrepesca según acuerdos vigentes […] es más importante que nunca que la comunidad internacional defienda el Estado de Derecho e insista a una mejor gestión ambiental de Beijing […]”. Aquí nuevamente se retoma la narrativa de “violación de derechos soberanos” y se agrega un componente geográfico y regional estratégico, al hablar de “jurisdicción de los Estados costeros”, es decir, de los países del Pacífico en el continente americano y en “frontera lejana” con China, desde México, Centro América, Colombia, Ecuador, Perú y Chile.

 

Ante estos eventos, la Embajada de China en Ecuador emitió un comunicado el mismo día, en el que señala en sus partes más importantes que:

 

“[…] se opone firmemente a los comentarios injustificados del Secretario de Estado de EE.UU […] Las Islas Galápagos son […] un valioso patrimonio cultural y natural para toda la humanidad […] los buques pesqueros chinos […] están operando legalmente en aguas internacionales fuera de la ZEE de las Islas Galápagos, que no representan ninguna amenaza para nadie. Las declaraciones concernientes de las autoridades ecuatorianas en los últimos días también han confirmado esto. […] China y Ecuador son socios estratégicos integrales, […] con una actitud de apertura, amistad, comprensión y respeto mutuo” (lo destacado es nuestro).

 

Esta cronología revela más elementos de interés para comprender el trasfondo geopolítico de la activación en redes sociales de #SOSGALÁPAGOS y el abordaje sensacionalista que obtuvo después desde medios de comunicación.

 

Por un lado, el interés de EE.UU de demostrar a China y al mundo su actual influencia geopolítica y militar a lo largo del Océano Pacífico. Esto significa, tomar como eje central de operaciones militares estadounidenses -en territorio ecuatoriano- a las Islas Galápagos, en razón de la posición geográfica estratégica de estas últimas en el Pacífico. A pesar de considerase como inconstitucional, según el propio ex embajador del Ecuador en EE.UU -Francisco Carrión-, en el año 2019 se estableció en las Islas Galápagos un centro de operaciones militares estadounidense. Si bien no se trata, desde una perspectiva tradicional, de un infraestructura de base militar, sus capacidades operativas pero sobretodo tecnológicas y de inteligencia cumplen y sobrepasan con las mismas funciones y capacidades que, en su momento, desempeñó la base de Manta.

 

Por otro lado, esta cronología revela el interés de mostrar el poder de influir en la opinión pública -a favor o en contra de un tema de alta sensibilidad- pero que, en realidad, responde a objetivos geopolíticos. En este caso en particular, esta acción se desarrolla en medio de crecientes tensiones diplomáticas y el interés de desviar la atención mundial frente a la inoperancia de un gobierno en su gestión de la pandemia, al mismo tiempo que, experimenta una histórica pérdida de relevancia global. Estas acciones de política exterior que pueden ser observadas como caóticas -en medio del actual escenario crítico para la humanidad- toman aún más sentido, en un contexto electoral que se avizora complicado para la reelección del actual Presidente de EE. UU, Donald Trump.

 

América Latina y el Caribe, una región en permanente disputa

 

Hace más de 200 años, América Latina y el Caribe busca cumplir el sueño integracionista. Actuales gobiernos con posiciones ultranacionalistas y otros con poca perspectiva estratégica amenazan con perpetuar un “histórico boicot”.

 

La integración latinoamericana y caribeña debe ser entendida como un objetivo de interés estratégico regional. Que sobrepase temporalidades electorales, posiciones o referencias de cualquier tipo ideológico -que han sido corresponsables en gran medida de su fracaso-, y que realmente se convierta en una fortaleza para el futuro común de todos los pueblos de la región.

 

Las acciones de división, atomización y confrontación entre los países de América Latina y el Caribe buscan mantener y perpetuar la “irrelevancia” o “subordinación” de la región en el escenario internacional. En la práctica, esto se traduce en una posición de debilidad, que se presenta como un vacío de fuerza, de voz y de influencia en los espacios de negociación. Al mismo tiempo que, le resta protagonismo a la región para abordar, en mejores condiciones, los grandes desafíos globales como la crisis climática, la pobreza y la desnutrición, la seguridad alimentaria, la paz y la seguridad humana, entre muchos otros.

 

El último Libro Blanco de Brasil es revelador del estado de situación de la región latinoamericana. Se habla del interés brasileño por apostar a un rol unilateral en la “defensa de la región”. Se menciona que, las Fuerzas Armadas brasileñas estarían preparándose para intervenir en la “solución” de los problemas regionales, así como en la defensa de sus intereses en la selva Amazónica y el litoral Atlántico. Brasil prepararía respuestas armadas contra “intereses extranjeros” en zonas estratégicas y, América Latina y el Caribe sería considerada como posible origen de riesgos y amenazas para sus intereses.

 

En definitiva, existe una región en disputa, en un contexto internacional cada vez más tenso. Se necesita construir una visión estratégica regional acorde a los desafíos globales. A partir de un espíritu auténtico y acorde a sus propios intereses regionales económicos y sociales, comerciales y ambientales sin subordinación y con el objetivo de lograr un desarrollo sostenible e inclusivo.

 

 

 

Magíster en Ciencia Política por la Universidad Paris 1. Especialista en Servicios de Inteligencia, España. Experta en temas de seguridad, defensa e inteligencia, asuntos internacionales y geopolítica, gestión y trabajo con Fuerzas Armadas y Policía Nacional.

[1] Aplicación integrada, coordinada y sincronizada en tiempo de paz, conflicto y posconflicto de las capacidades diplomáticas, informativas, militares, económicas y otras capacidades para promover percepciones, actitudes, comportamientos o decisiones de públicos objetivo extranjeros que favorezcan intereses y objetivos de su promotor. El término está relacionado con el de operaciones de información en la doctrina de la OTAN y en las doctrinas militares de países aliados, pero sin un concepto conjunto y que viene a subrayar  la dimensión y actividades de influencia de las operaciones de información (Diccionario  LID. Inteligencia y Seguridad).

[2] U.S. Southern Command. (2020). Vision & Mission Statements. https://www.southcom.mil/About/

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