Las amígdalas no solo están en la garganta. Hay otra amígdala, la cerebral…

Las amígdalas no solo están en la garganta. Hay otra amígdala, la cerebral, que reside en el sistema límbico, y que tiene un rol muy importante en nuestro humano comportamiento. De acuerdo al portal- “Psicología y Mente”: “Se trata de un elemento clave para la supervivencia, debido a que su principal función es integrar las emociones con los patrones de respuesta correspondientes a estas, provocando una respuesta a nivel fisiológico o la preparación de una respuesta conductual. (…) La amígdala es, pues, el principal núcleo de control de las emociones y sentimientos en el cerebro, controlando asimismo las respuestas de satisfacción o miedo. Sus conexiones no solo producen una reacción emocional sino que debido a su vinculación con el lóbulo frontal también permite la inhibición de conductas”

Este breve artículo, no será sobre el funcionamiento del cerebro. Es necesario conocer este detalle para entender como los medios de comunicación alimentan esa amígdala, en la batalla cotidiana por ocupar territorios de pensamientos individuales y colectivos.

El verbo es ocupar porque, efectivamente, es así. Los relatos que se elaboran desde el universo multimedia, son las campañas militares diarias para conquistar cerebros (o aniquilarlos). De esa manera posicionar los escenarios necesarios donde se sustentan las ideas, las emociones y las respuestas necesarias para gobernar. No son solo  escenarios políticos o económicos sino también lo sociales, la farándula y el estilo de vida. El ciudadano queda atrapado en esta enorme puesta en escena en donde, en la mayoría de los casos, es solo un extra que rellena el fondo. Ni siquiera es parte del coro (concebido como se lo usaba en la tragedia griega como “barrera moral o la voz del poeta” que re -direccionaba  la reflexión sobre el héroe del cual se estaba hablando). Son las famosas masas. Finalmente el juego es mantener las cosas como están sin mayores sacudones o como diría Silvio Rodríguez: ”No es lo mismo pero es igual”, la dieta que nos proponen es siempre la misma, inclusive en el momento en que se trata de romper el molde, el resultado final es el mismo. Comunicar es un negocio, la información, la moneda del mismo.

Volviendo a nuestra amígdala cerebral, lo que hacen los medios de comunicación es alimentarla de patrones de respuesta correspondientes a las emociones que ellos mismos provocan en sus campañas de conquistas.  Las emociones a los cuales apelan responden a los instintos, a la bestia que cargamos en el corazón. Las emociones negativas o exacerbadas. Los medios rehúyen la racionalidad, el rigor, el contraste. Es un relato fanático habitado por los fantasmas del miedo.  El internet, con toda su parafernalia, es un espacio que no ha contribuido a democratizar la comunicación . Más bien  ha tecnificado las campañas de conquistas, ocupando nuevos territorios y reduciendo el espacio de autonomía ciudadana dirigiendo la participación a través de los famosos algoritmos y sus degradaciones. (Con la variable que en internet estamos en la granja de Orwell). Las transacciones comunicacionales, con las noticias como moneda, provocan amigdalitis cerebral . Las fakenews son las bacterias resistentes a cualquier tipo de antibiótico ya que lo que está herida (espero no de muerte) es la democracia entendida como un ejercicio de participación. Los estrategas comunicacionales atacan a nuestra amígdala cerebral impidiendo que la racionalidad guie nuestras reflexiones. Impiden la real participación porque crean comunidades a la carta. Necesitan a la amígdala  despierta y sedienta porque “The Show must go on”.

¿Otra comunicación es posible? Es el sistema que tiene que cambiar. Y el sistema no cambia, se fortalece, fagocita, coopta, para que todos nos sintamos satisfechos, porque nos otorga poder. Tal vez podremos marcar un hito cuando cambiaremos el poder por la libertad. Cuando realizaremos un giro cultural radical partiendo de una “crisis orgánica” y provocar la crisis hegemónica, como diría Gramsci. ¿Cómo? Saliendo de las comunidades prefabricadas y creando otras reales. Saliendo del internet y entrando a la vida. Retomar las prácticas que nos hicieron dejar el cómodo espacio de la neutralidad para tomar partido con el rigor necesario para alimentar la democracia, la participación. El mundo está allá afuera, y es más grande del que nos imaginamos o nos lo dibujan.

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