
Algo Cambió
- 04/08/2019
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El problema de las premoniciones en la política es que se pueden cumplir.

Por Eduardo Paredes Á.
El problema de las premoniciones en la política es que se pueden cumplir. Y en relación al gobierno que preside Lenin Moreno, se han cumplido casi todas. Hoy estamos en un nuevo momento de la vida nacional, pero con algunas constantes que son las que nos dan las claves de lo que realmente está sucediendo.
Guillermo Lasso (CREO), el candidato derrotado en la segunda vuelta electoral en el 2017 por Lenin Moreno, es ahora el que garantiza su estabilidad hasta el 2021. El partido perdedor de las elecciones forma parte de una nueva mayoría parlamentaria que designó a César Litardo (AP) como su presidente, y que mal que bien cuenta con alrededor de 78 votos, mayoría suficiente para dictar leyes y reformarlas, pero no para censurar mandatarios de otras funciones del Estado.
La crisis política en el Ecuador dura ya más de veinte y cinco años, y sus actores son los mismos grupos oligárquicos que la iniciaron en los años 90 del siglo pasado. Su origen no estuvo en la insubordinación de las clases subalternas, sino en las disputas de los cinco grupos oligárquicos, que fueron incapaces de ponerse de acuerdo para dirigir el país.
Como toda crisis, la crisis política de origen en las disputas oligárquicas, también trajo oportunidades: desde el punto de vista político, quizás las más importantes conquistas democráticas fueron la posibilidad de elegir a los miembros de las juntas parroquiales, aprobada en la Asamblea Constituyente de 1998; y, por supuesto la Asamblea Nacional Constituyente del 2008, impulsada por el mejor momento de la llamada Revolución Ciudadana. Sin mediar la crisis política, ninguna de las dos hubiese sido posible.
Cinco poderosos grupos oligárquicos se han disputado el poder del Estado desde hace más de veinte y cinco años, sin que ninguno haya logrado imponer su dominio. Tres grupos son de Guayaquil y dos son de Quito. Son dueños de bancos y compañías financieras, segmentos importantes del comercio exterior y de los principales medios de comunicación privados. Formal e informalmente, siempre tienen enorme poder político.
La crisis política también permitió el surgimiento de otros grupos empresariales como casi toda la burguesía industrial, importantes sectores del comercio, agroexportadores no tradicionales, medianos y pequeños propietarios agrícolas, emprendedores de todo nivel que de alguna manera sufren las imposiciones de los grupos oligárquicos. Surgieron también grupos empresariales del comercio exterior que fueron denostados como “contrabandistas” y que enfrentaron a los grupos oligárquicos rompiendo sus controles monopólicos, siempre al filo de la ley, alguno contrariando incluso el monopolio bicéfalo de Quito y Guayaquil.
Son estos grupos empresariales los que fueron parte sustancial y permitieron el triunfo electoral de Rafael Correa en el año 2006 y lo respaldaron durante todo su gobierno. Son los mismos que respaldaron también la elección de Lenin Moreno, y ya en el poder le dieron el cariz de gobierno de empresarios que terminó caracterizando a este gobierno. Los grupos oligárquicos los identificaron como “gradualistas” frente a su exigencia de aplicar ajustes económicos de shock, combatiéndolos hasta subordinarlos o destruirlos, como parece ha ocurrido ya.
En el gobierno de los empresarios, algo cambió a partir del acuerdo con el FMI, esto es, a partir del fin del gradualismo en la política económica, tan criticado por los voceros de los grupos oligárquicos de Quito y Guayaquil. Lo que estamos llamando grupos emergentes no tuvieron las suficientes energías ni el talante para sostener una confrontación con los grupos oligárquicos, simplemente se subordinaron y los que no lo hicieron, salieron sin pena ni gloria del gobierno.
El gobierno que preside Lenin Moreno no es un terreno de disputa entre los grupos oligárquicos y sectores empresariales “emergentes” o no oligárquicos. La naturaleza de las confrontaciones al interior del Estado son ahora la de los cinco grupos oligárquicos entre sí por hacerse del poder.
El acuerdo de Guillermo Lasso con el gobierno es también un acuerdo con los banqueros y empresarios quiteños y de todos con el FMI. Es un solo hecho que no solo tiene consecuencias económicas, sino que tiene también consecuencias políticas. A partir de este hecho el gobierno está gozando de un período de estabilidad no así las otras funciones del Estado, que entran en un período de gran fragilidad porque son parte de lo que se disputan las facciones oligárquicas.
El enemigo principal son los cinco grupos oligárquicos que tienen nombres y apellidos y que son el obstáculo para vivir en una sociedad democrática, de paz y de justicia. Contra ellos hay que enfilar las armas de la política, otra cosa es solo gastar pólvora en gallinazos.
Defender nuestro programa que en lo esencial está en la Constitución Política del Estado; participar y ayudar a construir el programa democrático y reivindicativo del campo popular y de la ciudadanía (plataforma de lucha); y, construir las organizaciones que necesitamos para lograr la máxima representación política de las mayorías: estas son, a mi entender, las tareas del momento. ®