
Activismo y libertad en tiempos de autocensura
- 11/11/2018
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En ocasiones me pregunto si en mi vida existe libertad, respeto y coherencia…

Santiago Mejía / Erick Covilla
Santiago Mejía, activista por los derechos LGBTI y de las mujeres, diseñador gráfico y asesor de marca, estudios en Género y Desarrollo de la Universidad de Cuenca.
Erick Covilla, activista por los Derechos Humanos, estudios en Género y Desarrollo de la Universidad de Cuenca.
En ocasiones me pregunto si en mi vida existe libertad, respeto y coherencia con mis actos en este espacio utópico llamado ¨sociedad¨
Vivir en libertad no significa que vivamos con plenitud la misma, la autocensura está presente en muchos de nuestros actos y atenta a nuestra dignidad, bloquea nuestra creatividad, anula nuestra esencia y nos hace ser infieles a nuestros principios.
Nadie quiere la autocensura, pero es nuestro refugio cuando tememos las consecuencias que pueda traer nuestras opiniones, y su existencia, es la respuesta cuando no tenemos los medios que nos garanticen el poder expresarnos libremente sin ser agredidos, señalados, ni estigmatizados.
Desde que nacemos somos etiquetados y recae en nosotros una gran responsabilidad, que es la de hacer, pensar y actuar como la sociedad nos pide que debemos hacerlo, y con esto mantener en marcha al sistema patriarcal que tanto daño nos ha hecho, tanto a hombres como mujeres.
El patriarcado es un sistema social de carácter androcéntrico, es decir, vela por los intereses de los hombres, pero no de cualquiera, sino de aquellos que cumplan con el patrón que las académicas feministas describen como “Masculinidad Hegemónica” en el que los hombres debemos ser fuertes, viriles, heterosexuales, proveedores, lógicos, no emocionales, con gran poder adquisitivo, y sobre todo estar siempre por encima de las mujeres en todas las esferas de la sociedad en las que se desenvuelvan.
Los que no encajamos en esta “Masculinidad hegemónica”, los que rompemos esta estructura por nuestras múltiples diversidades, así como también las mujeres y en ocasiones los niños, niñas y adolescentes, que van en contra del patrón, nos volvemos propensos a ser socialmente sancionados, excluidos y discriminados, es ahí donde la autocensura de forma tentadora se expresa por nosotros.
Como el poeta y dramaturgo noruego Henrik Ibsen expresó en su momento: “Un verdadero espíritu de rebeldía es aquel que busca la felicidad en esta vida”; y yo agregaría, que es esa felicidad la que nos hace libres.
Difícil tarea a la que nos enfrentamos, la de deconstruir el imaginario social en el que hemos sido envueltos desde que nacemos; requeriremos de mucha disciplina, constancia, fortaleza, debate, pero sobre todo de mucho valor para poder sortear todos los obstáculos, represalias y enfrentamiento con las personas a las que el patriarcado ha colonizado sin inconvenientes.
Se han normalizado prácticas negativas también, que es difícil para nosotros identificarlas, lo que hace que las reproduzcamos inconscientemente en el día a día, convirtiéndose en la mejor herramienta que usa el patriarcado para su perpetuación siglo a siglo, un pequeño pero claro ejemplo de esto serian frases comunes como, los hombres no lloran Jaime; ve a ayudar a tu mamá en la cocina Lupe; Sophia ya te he dicho que el futbol es de varones. Cuando comprendemos el impacto que esto tiene en nuestros niños, niñas y adolescentes, es un buen indicio de que vamos por el camino correcto.
De a poco empezamos a romper todos estos esquemas mentales que se nos han impuesto y comprendemos que los binomios sexo/género nos quedan cortos, que las emociones no solo les pertenecen a las mujeres, que los deportes no tienen sexo y que existen diversas formas de ser hombres y ser mujeres. Con esto no solo estamos preparando el terreno para que nuestros niños, niñas y adolescentes puedan vivir en una sociedad que comprenda y conviva con lo hermoso que es la diversidad del ser humano, sino que estamos haciendo valer nuestro derecho a la vida, libertad y seguridad.
Así pues podemos ver que nuestras acciones reflejan realidad múltiples, sin embargo nuestra misión como personas enraizadas y cambiantes en una sociedad, no es únicamente la de ser veedores, sino impulsar y catapultar pequeñas acciones que sumen esfuerzos permanentes, el ser personas únicas nos da el plus de hacer ese examen de conciencia tan necesario que permita ver tus potencialidades de aporte colectivo e individual y empezar a desfragmentarnos e incidir positivamente en nuestros espacios más cercanos, siempre es importante tener la capacidad de mirar las desigualdades, las injusticias, los procesos de discriminación que en pequeños actos nuestros o de gente cercana se evidencian, es ahí, en ese momento en donde nuestra deconstrucción empieza, en esta predisposición de desaprender y cambiar el paradigma social.
Es importante también no perder nunca nuestra capacidad de asombro y nuestro alto nivel de sensibilidad y responsabilidad, que en ocasiones lo olvidamos, pues dependerá de ello generar un cambio pequeño en nosotros mismo para ser referente de cambios mayores, la suma de esfuerzos siempre hace grandes diferencias y es lo que apuntamos quienes creemos en sociedades más libre y respetuosas, en donde los ejes de igualdad e inclusión sean las banderas de lucha personal.
Es el momento exacto para actuar, para apropiarse de los ideales y materializarlos; es el momento perfecto para no atarse más a encajar o encasillarse dentro del sistema, somos únicos, somos diversos, somos fuertes de mente y cuerpo, necesitamos garantizar condiciones ideales de libertad, no solo para que sean gozadas a futuro, sino también para gozarlas nosotros. Es importante pensar en el futuro pero, primordialmente en el presente, lo que no se ve no existe y en base a ello, permitámonos que nuestros actos muestren lo que soñamos y creemos correcto para nuestro desarrollo íntegro, digno y pleno en estas sociedades pasajeras.